
miss enero 2010: blonda y gasa en color marrón clarito.
diario tardío de la búsqueda de mi lugar en el mundo
Lunes 25 de enero. 25 días sin. Llueve por cuarto día consecutivo. Hace frío. Hay neblina. Barcelona parece Londres.
Camino hacia Mons entre quejas mentales. Qué porqué hay que trabajar. Que qué injusto no ser rica. Que no pienso tener un hijo, pobre, para qué, ¿para qué tenga que salir cada día a buscarse la vida? Me quedo a comer con la realizadora de infantiles, que tiene 50 años, y le cuento mi teoría sobre los países nórdicos. Estoy convencida que allí follan más que en Cuba y Brasil en temporada alta. Sino, no se explica que puedan vivir allí, con ese frío y esa oscuridad. Le cuento también que no sé dónde, leí que uno de los inventos para un futuro próximo, es la cápsula de hibernación. Te metes en noviembre, y sales en abril, bien descansada. Con los postres, declaramos que para pasar un invierno fuera de la cápsula es importantísimo tener besos o en su defecto, la gripe, para poder quedarte en casa y no tener que salir al frío exterior a buscarte la vida.
Salgo de curro y me ilumino. Al igual que es más fácil ser una víctima o estar deprimida que atreverte con el papel protagonista, pienso en el masoquismo femenino, en la sumisión, y en si no es también un libreto muy bien aprendido. Es como saber que del suelo no pasas: pobre de mí , no tengo besos, blablabla.. joder, tener las riendas de tu vida tomando decisiones acojona, pero el papel de espectadora ya me lo sé, ahora prefiero ser la acción que quedarme mirando Cojo la agenda y no dudo, llamo a dos. Quedo con el primero que me contesta. Es el francés.
Nos conocimos hace ocho años, justo cuando volví de Australia. Él me encantó desde el minuto uno: rubio, alto, aventurero y uf, ...francés. Pero tenía novia, y tardó unos meses en hacerme caso-caso. El día que se decidió, yo me decidí por otro. Así que quedé como un ideal no consumado para él, perfecta imagen para que te suban el ego un lunes.
Hablamos de todo un poco en un bar de moda mientras sopeso qué es lo que quiero hacer con él. Me cuenta sus sueños, le gustaría navegar 6 meses por los mares del sur y vivir en un lugar con más naturaleza. La realidad es que dirige su empresa y que tiene una novia que le apreta para ser padre. Me explica también que pasó un fin de semana con una chica y que tuvo que ser infiel para volver más enamorado que nunca a casa, y que no quiere eso para siempre. Yo le respondo que creo que está bien tener sueños que sabemos que son sólo eso, sueños, para sobrellevar el día a día, que si en realidad no estuviese contento, ya habría vuelto a empezar. En cuanto a la pareja, no opino. Le propongo desmelenarse un lunes, ir a bailar y a emborracharse conmigo. ¡A la mierda el martes! Le encanta la idea, podría ser hasta un club, me dice. Fuckin’martes.com. Para treintañeros con responsabilidades que quieren volver a sentirse salvajes. Lo pondré en el facebook, me dice, alegre. Le doy media vuelta a la idea y caigo en que llevo demasiados martes fulminados.
Lo cambio de sitio y me lo llevo al Vinil, terreno Fernández. Sofás, luz tenue, buena música. Parecía que estuviésemos en un lugar como a los que iba para darme besos cuando tenía 15 años. Él me dice exactamente lo mismo, así que dos cervezas más tarde, hacemos honor al sitio. Al cabo de una hora de besos adolescentes recupero el raciocinio, y la moral, y la memoria, y me acuerdo de Ana Bolena. Lo mando a su casa. Vamos a ver hasta dónde llega un hombre por follar conmigo.