domingo, 26 de septiembre de 2010

Tú paga, que yo sonrío.



Me gustan los hombres mayores. Están seguros de sí mismos y no tienen miedo de hacerte saber que les gustas.

Te admiran por tu condición de mujer joven y a la vez te rebajan comprando tu tiempo.

Algunas los llaman viejos verdes.

Yo no le veo nada de malo a disfrutar de la visión de la belleza femenina como si de un buen vino se tratase.

Es una relación simbiótica donde ambas partes obtienen lo que quieren.

Su conversación es siempre distendida e interesante.

Los hay que son verdaderos sibaritas con los que se puede compartir delicias sólo a su alcance.

Ya no tienen miedo al ridículo.

Ni problemas por pagar por lo que les gusta.

Ellos se sienten hombres.

Yo me siento reina.

sábado, 25 de septiembre de 2010

La energía sexual. Las relaciones 2.0. y la personalidad obsesiva-compulsiva

Científicos de Estocolmo estudian métodos para reducir el alto índice de suicidios en los países nórdicos. De ellos es el famoso ensayo sobre La Energía Sexual.

Además de placas solares, se insiste mucho desde el gobierno con campañas machaconas y subvenciones para todo adulto, en la necesidad de tener al menos un excelente encuentro sexual una vez a la semana. La energía, que ni se crea ni se destruye, es canalizada a través del orgasmo en una actitud positiva, enérgica y de confianza en el futuro. Dura 5 días.

Aquí en España, hay dos que no son científicos pero que ya sabían de ese efecto anti depresivo. Henry y yo. Él es más práctico y consecuente con su estabilidad energética. A mí a veces se me olvida, me dejo atrapar por un sofá y al cabo de un mes estoy que no me aguanto. Al igual que la dieta, hay que ser constantes. Dinero llama a dinero. Sexo llama a sexo. Hay que cuidarse, mantenerse elástico, terso, saludable y atractivos. Una persona que desestima el placer físico, es una persona no sana.

Lo que todavía no ha descubierto la ciencia es como puedo hacer para no obsesionarme después de una sesión maratoniana de amor líquido. Yo la teoría me la sé. Disfruto de mi cuerpo, del suyo, de la complicidad, del morbo, de lo sucio, de lo bonito, de cada mordisco y… llega un momento que pierdo el control. Ya no estoy en una cama con alguien. Estoy más allá. En un espacio temporal distinto. En el llamémosle, limbo del placer. Lo que percibo a través del tacto, la vista y el oído me transportan a un lugar que conozco bien porque es similar al que te llevan las drogas. Estás allí pero no estás allí. No he probado el mescal, aún, pero me da que es algo parecido. Hay un click donde dejas de ser un humano y te conviertes en tu animal totémico. A mi me sale el felino agresivo-suave. Creo que es el jaguar de la selva. Cuando el jaguar aparece, adiós convenciones, adiós control, adiós cuidado. La fuerza se multiplica. Me vuelvo agresiva. Necesito arañar, morder y rugir. Dan igual los daños colaterales. Tiene que haber una lucha a muerte para poder volver a mi forma humana. Y claro, como con las drogas, después de experiencias que alteran mi consciencia, tengo energía positiva para 5 días y un enganche de padre y muy señor mío.

Nací obsesiva. Ansiosa. Y crecí infantil. Lo quiero todo y lo quiero ya. Estoy en ello, en cambiarlo y tranquilizarme. Y cada vez lo hago mejor. Pero confieso que paso un período de una semanita borracha de hormonas. Me enamoro platónicamente. Y el mundo 2.0 no ayuda nada. Puto Facebook hace que sepa más información de la que conozco en realidad. Que extrapole teorías. Si además hay escritos por en medio en forma de blogs profesionales, o música hecha por él o lo que sea artístico, peor. Me enamoro virtualmente. Rollo efecto groupie de los 60’. Patético. Nada que no cure una buena dieta de distancia y trabajo concentrado, pero qué semanitas que paso. Este año me he enamorado locamente de 3. Un músico, un cineasta y un escritor. Ahora miro hacia atrás y me hace gracia, pero en esas semanas de sobredosis yo los quise y me hubiese ido a Waikiki sin dudarlo a empezar una vida familiar.

Las braguitas del mes especial domingo


Los de Inditex son líderes porque saben lo que nos gusta. Han acertado incluso conmigo, que soy rarita y odio ir de compras, y me han puesto una tienda dedicada, el Oysho. Allí venden ropa interior y pijamas que sirven también para salir a la calle. Colores pasteles, estampados de florecitas, material arrugable y suave. Tienen ropa que parece comestible de lo agradable que es.

Uno de los placeres de tener novio además del sexo matutino de los domingos, es ponerse su ropa ancha y sobretodo, sus calzoncillos boxer. Son cómodos y muy sexys. Y los de Inditex, que nos conocen muy bien, la han clavado. Han sacado una colección de pantaloncitos femeninos rollo boxer, misma forma, con botoncitos delante. Lo único que los diferencia de los masculinos es que son de colores cursis y de tacto tipo toalla muy cara. Son perfectos. Sirven para ir por casa, para dormir e incluso para bajar al bar de abajo y estar moderna a mi estilo, es decir despreocupada y mona. No, monísima!





viernes, 17 de septiembre de 2010

sudar elimina el alcohol

Estar a las 4 de la mañana en un local bastante serena es un hecho extraordinario que me sorprende y me da gratas sorpresas. Está claro que sudar como una loca elimina la ginebra, sino, no se entiende.

Ayer, además de disfrutar viendo el fascinante baile de apareamiento humano desde una prespectiva más realista de lo habitual, tener conversaciones lúcidas, concertar un par de entrevistas, encontrar una maquilladora para un trabajo que tengo y no despeinarme, oí frases maravillosas como:


- Vaya, me he dejado el diente en casa.

- madre mía, es mi fin, en este bar aceptan tarjeta de crédito.

- hoy necesito cariño con penetración.

Si pudiese pedirme un superpoder, me pediría parar el tiempo, pero si pudiese pedir dos, el segundo sería ser invisible, para poder observar sin molestar, toda la noche, conversaciones y personas en estricto directo real.

sábado, 11 de septiembre de 2010

El tempo.


Otras de las causas por las que hombres y mujeres no nos entendemos es debido al tempo. El tempo, en términos cinematográficos, es el ritmo interno que tiene una película. El ritmo en el cual se suceden los acontecimientos que hacen avanzar una narración.

Siguiendo este símil, los hombres tienen un tempo de película asiática, a lo Wong Kar Wai, o griego como el lentísimo Theo Angelopoulos, que para explicar que se siente confundido, usa tres horas y cuarenta minutos de metraje.

Las mujeres, todo y la sutileza que las caracteriza en sus movimientos hacia la seducción, esperan y están cómodas en un tempo similar a la jungla de cristal 4. ¿Bases medio asentadas? Sí. ¿El chico nos gusta? Sí. ¿Pene aceptable? Sí. ¿Tiene madera de padre genético? Afirmativo. Okey, pues abróchense los cinturones que despegamos.

Y claro, así no hay quién se encuentre.

Chico y chica se conocen en lugar X. Chica espera que chico llame para invitarla a salir porque ha habido muy buen rollo ese día, pongamos por caso, un domingo. Chico, que tiene unas 500mil cosas en la cabeza más un miedo atroz a coleccionar otro no, se lo piensa y tarda una semana en dar señales de vida. Chica el lunes, ya se ha hecho ilusiones, el martes se ha empezado a impacientar, y el miércoles llora desconsolada. El jueves está muy enfadada y jura que nunca más. El viernes se va de compras y sale con sus amigas, esa noche conoce a otro. El sábado, cuando Chico 1 la llama para invitarla a un sitio genial ni siquiera obtiene respuesta. Y así vamos, pura casualidad que en algún momento coincidamos.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Tareas aburridas



Conducir.

Regar las plantas.

Barrer.

Quitar el polvo.

Ducharte cuando has madrugado mucho.

Comer verdura.

Esperar en el Banco a que te atiendan.

Ir a una tienda de telefonía móvil y esperar de nuevo.

Hablar con tus padres.

Estar en casa de alguien con el que debes bajar a la calle y que tarde 15 minutos en estar listo a partir del momento que ha dicho “ya estoy, vámonos”.

Que tu interlocutor esté pendiente del móvil o peor aún, lo atienda mientras está contigo.

Corregir unas cartelas para alguien que nunca estará satisfecho con el resultado.

Que te digan: “el sábado que viene salimos y nos emborrachamos”.

Escucharme cada día.





Costumbres patéticas

Incluso del mayor imbécil del mundo es posible aprender algo. Del top one de mi rangking personal entendí que muchas de las acciones que hacemos las perpetramos para no salir del bucle victimista en el que estamos tan confortablemente sumidos. Por ejemplo, un bucle femenino: me gustaría estar con un chico pero me veo gorda y eso me hace sentir insegura así que mejor me quedo en casa viendo la tele y comiendo chocolate porque estoy deprimida y mañanavueltaalomismo. Coño, si te ves mal, haz algo al respecto y estarás mejor.

Otras costumbres patéticas:

Comprar algo en el súper o en el paki por la noche para hacer “el gasto” del día.

Dejar los platos sin lavar al mediodía para tener “algo que hacer luego”.

Mirar las estanterías de la farmacia como si fuesen la mejor editorial de moda de la historia.

Mirar más de 4 veces al día el estado del Facebook de ese para el cual eres invisible.

Quedarte en casa un sábado por la noche a lo Bridget Jones comiendo helado y auto compadeciendote.

Que tu única salida de casa en 24 horas sea un paseo de 15metros para tirar la basura.

Que un valium 10mg sea tu mejor plan del fin de semana.

Dejadme en paz.




El termómetro marca 35.8ºC. Es jueves; o viernes. He dormido 10 horas. Ayer 12 y antes de ayer 10 de nuevo. No he bebido. No me he drogado, sólo he fumado unos pitillos a última hora.

Soy un espécimen del sexo femenino de casi 33 años.

No encuentro ninguna excusa, ni en el fondo de mi cuento imaginativo, que justifique porque no puedo salir de la cama. He hecho varios intentos: para tomar café. Para encender el equipo de música. Incluso me he lavado los dientes, pero enseguida el hastío me ha devuelto a la posición horizontal, envuelta en la seguridad que da esta alcoba lejos de todo. Nadie sabe dónde vivo ahora. Los dueños de este lugar están a 7.000km incomunicados. Es mi ermita mediterránea. Mi cueva con luz.

Tengo un sueño recurrente muy placentero: en él, tengo una habitación espaciosa, en una casa victoriana, rodeada por un inmenso jardín-bosque cuidado y poco frondoso. Es un sitio silencioso, tranquilo. No hay rutinas ni obligaciones, sólo comida sana y compañía si la deseas para pasear. Tampoco hay Internet, ni teléfonos, ni televisor, ni radio, ni objetivos que cumplir ni metas a las que llegar. Es lo que antaño se llamaba “Casa de reposo”. Allí estoy bien. Aislada, como los viejos, los subnormales y los locos. Sin tener que pedir perdón por no tener ganas de levantarme para ir a buscar un trabajo de mierda y así poder sustentar este modelo de vida. Es que estoy muy mimada. O quizá es que no me gusta hacer nada. Además soy muy quejica; con la suerte que tengo.

La vida no tiene ningún sentido a no ser que tú te inventes uno.

“No sabes dónde te va a llevar la vida en unos años”, otra mentira. Te va a llevar a un agujero oscuro y húmedo, sólo que será maravilloso porque estarás dormido, inconsciente, insensible, para siempre. Muerto.

Los químicos son muy listos. Al igual que las pastillas anticonceptivas te quitan por completo la líbido, con la fluoxetina a largo plazo, programaron que eliminara las ganas de hacer nada. Nada de nada. Cero. ¿Como vas siquiera a intentar suicidarte cuando la sola idea de pasar por la ducha te deja exhausto?

El retiro pues me parece un trato justo para todos los implicados.




jueves, 9 de septiembre de 2010

El equilibrio de la regla del 7



Esta teoría levanta ampollas allí donde es escuchada. La tildan de superficial, banal, frívola y otras muchas descalificaciones. Tiene toda la pinta, pero allí va:

La regla del 7 dice: Para que una pareja funcione, en una escala del 1 al 10, una mujer 7 debe salir con hombres, como mínimo, un punto por debajo de ellas.

Esa escala, varía de hombres a mujeres.

En la de mujeres, 10 es la belleza absoluta. Rasgos dulces y armoniosos en el rostro, pelo sedoso y brillante, y un cuerpo terso, estilizado y generoso de curvas. Mujeres como Anita Ekberg, Miranda Kerr, Claudia Cardinale o Michelle Pfeiffer (según mi padre) son ejemplos de belleza insultante e indiscutible. En el 9 y en el 8 se sitúan mujeres que por sus “imperfecciones” son notables: mucho pecho, largas piernas desproporcionadas, sensualidad a flor de piel. La hermosura, por mucho que pese, sigue siendo el rasgo común. En el 7 encontramos grandes personalidades con una belleza a pulir.

En cambio en hombres, la escala es un compendio de talentos, recursos, y por último, físico. Un hombre desaliñado, divertido, sensible, artista, con dinero y no muy agraciado podría ser hasta un 7. En cambio un guaperas con abdominales talladas a fuego, segurata de discoteca y con graves problemas de vocalización es como mucho un 3.

Por definición, las féminas somos más bellas y por eso, supongo, de un modo intrínseco, las mujeres (o al menos yo) necesitamos sentirnos deseadas, únicas, admiradas y respetadas. Es fácil: si no hay deseo, no hay pareja.

Ellos a su vez, están programados para sentirse atraídos por los signos más llamativos de la fertilidad: juventud, simetría, un diámetro concreto de cadera, pechos y un largo etcétera según el gusto del consumidor.

Nosotras valoramos otros aspectos: los recursos, el carácter, los talentos o sus ganas de tener un hijo pesan mucho más que el aspecto físico.

Obviamente, las excepciones existen. Pero fíjense, ¿cuantas parejas conocen dónde la mujer es mucho más bella que el hombre pero él es “genial” en alguno de los aspectos citados?