jueves, 21 de octubre de 2010

la belleza está en el interior

y una mierda.

suelo oscilar de peso cada dos años aproximadamente. Ahora vuelvo a estar delgada. Arte y gracia de dos rodajes de la muerte, una intoxicación y un accidente. Otras hacen dietas, yo, bueno, vivo como puedo.

el cambio es increíble. He pasado de invisible/simpática a pérdida de papeles con tropiezos y tartamudeos incluidos.

de ignorarme a decir sí antes de que pidiese por la boca.

esto es así. Tan cierto como que sale el sol cada día. La belleza es injusta.

da igual que sea una enamorada de la literatura. Una aventurera. Que me gusten las sepias. Y hacer manitas en el cine. Cuando estoy buena, obtengo sumisión diga lo que diga.

lo que no cambia es mi estatus en un club de pollas.

Un club de pollas es esa empresa, en mi caso productora, donde los que mandan y hacen el trabajo "creativo" son hombres. Ahí soy menos que la recepcionista. Soy un mero "pusher botton" que dirían en Singapur. Soy un robot con tetas que ejecuta órdenes y sonríe cuando toca. Da igual que tenga criterio y hasta buen gusto, en las reuniones se dirigen a mi immediato colega masculino. Como cuando preguntas en castellano y te contestan en japonés. Pero peor.

me da igual. Ellos se lo pierden. No voy a hacer el mínimo esfuerzo en que me vean. Me limitaré tal como muchos quieren, a sonreír mientras pagan. Y a no volver a contestar el teléfono para trabajar en sitios así. Procuraré enviar mis proyectos con pseudónimo de hombre de pelo en pecho y mientras tanto, me voy a subir el sueldo. Por lo menos, ya que estoy guapísima, les voy a salir bien cara.

jueves, 14 de octubre de 2010

Hijos del zapping


Soy una chica complicada, y con el pelo, no iba a ser distinto. Como con tantas otras cosas, hago un riguroso casting y una vez encuentro al mejor, no lo suelto. Los que me conocen bien lo saben y por eso van al mismo mecánico, al mismo dentista, al mismo japonés, al mismo gestor,.. al mismo de todo.

Hoy he ido a la peluquería, para sentirme otra vez como una actriz de cine negro gracias a las manos de Fess.

A Fess lo descubrí por casualidad al acompañar a un amigo a cortarse el pelo en un sitio para guiris. Acababa de llegar de Dubai para quedarse a vivir en Barcelona, por amor, y aunque se dedicaba a la moda había fichado por ese local de barrio.

Desde entonces ir a la peluquería es un placer. En sus manos soy una diosa, y él, mi creador.

Hoy Fess estaba soñador. Me ha dicho que se largaba en un mes a vivir a Londres. Bueno, he pensado, no está tan lejos. Iré cada tres meses. Pero no, piensa ir a allí a hacer dinero y luego quiere hacer dirección artística un año. En cuanto termine ese año su idea es mudarse a Hawaii a terminar su formación como submarinista (que no se él, pero tengo la misma certificación y no sabría volver sola ni a la superficie) y una vez fuese submarinista profesional, su idea es mudarse al sur de Tailandia donde unos amigos tienen un hotel. Allí sería guía y fotógrafo submarino.

Lo iba mirando mientras soñaba despierto y pensaba en qué momento se daría cuenta de que tenía un don con las mujeres muy cotizado y que oler a neopreno todo el día no compensaba nada, aunque fuese viviendo en el océano índico. Yo ya había hecho ese viaje mental antes. En mi caso era en el Sinaí y luego ya se vería.

- ¿Cuanto tiempo llevas aquí trabajando Fess?

- A year and eight months sweetie.

- ¿What do you think of local men?

- Very boring here darling.

Claro. Todo cuadraba. ¿Quién era yo para poner en duda sus fantasías teniendo esa edad cuando a mi me pasaba lo mismo? A los tres meses ya me sale el proyecto de turno por las orejas, y al año y medio tengo tal depre que lo mejor que puede pasarme es que me despidan. He sido productora, jefa de producción, reportera, redactora, científica amateur, viajera incansable y ahora ayudante de dirección. Y si mañana surgiese algo nuevo muy interesante para allí que me lanzaba.

Un año y ocho meses en el mismo trabajo es una eternidad.

El invierno sin amor, un suplicio.

Me acuerdo hace años que nos quejábamos de que no teníamos nada por lo que luchar. Ahora los tiempos han cambiado. O no sé si antes también pasaba y es algo que sólo notas sobre los 30. Quizás el reinventarse es necesario para los gays y para las mujeres sin hijos. Yo que sé. A lo mejor como el curro que hay no es para volverse loco, pues también se hace necesario ir variando. No lo sé.

Lo que si sé es que no voy a aceptar un trabajo fijo ahora mismo. Que la idea del libro sobre cineastas de ahora coge forma. Que me largo a Berlín a ver a Anaïs. Y luego a Madrid a trabajar. Que todo es posible. Que cuando me lavan el pelo se me activa el lado derecho del cerebro. Y que somos hijos del zapping.

Así que gracias Fess, por tantas revelaciones. Ha sido un placer conocerte. Si aprendes castellano y lees esto, déjate de hostias submarinas, lárgate de aquí y si necesitas pasta para abrir una peluquería, avísame, que haremos negocios.

miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?

“Sé que nunca seré feliz, pero puedo ser muy alegre.”

“Eso es porque cualquier hombre se siente feliz al mirarte.”

Este es parte del diálogo que Arthur Miller escribió para su mujer, Marilyn Monroe, en la película Vidas rebeldes.

El pasado domingo (o hace ya más domingos, he perdido la noción del tiempo) le dedicaban un extenso artículo a la actriz con motivo de la próxima publicación de sus poemas, inéditos, que rebelan una personalidad melancólica, triste y depresiva. En ellos se lamenta de lo sola que se encuentra, se muestra muy insegura y no se ve nada bonita.

En el texto hablan de su constante búsqueda interior, de sus cambios de humor, sus crisis de ansiedad, de un insomnio galopante y de una adicción al alcohol. Les extraña que alguien tan bello y con tanto talento se quitase la vida a los 36 años. A mí no. Sé muy bien de lo que habla Marilyn.

Su mentor, Lee Strasberg escribió a su muerte: “Otras personas poseían mayor belleza física, pero ella poseía una cualidad luminosa: una combinación de tristeza, resplandor y ansia”.

También me estremezco, hoy de hecho he llorado un rato, al leer a Virgina Woolf. La escritora era una tipa dura, con autocontrol, con éxito, con talento, de conducta muy liberal y con un matrimonio perfecto, y aún así se sentía sola, triste y desesperada. Tardó un poco más, pero también se levantó un día y dijo basta.

Las etapas desquiciadas de Virgina Woolf también me suenan. Yo creo que he estado ahí, y por nada del mundo quiero volver al agujero negro. Sé que los episodios son recurrentes, pero aparto rápido ese pensamiento. Sólo me pregunto de dónde sale esa angustia y cruzo los dedos para estar remando en la dirección adecuada.

Fuck you. O el bonito arte de soltar lastre.


Ya hace un par de años que mandé el listón a la mierda. Y un par de meses desde que me dieron el alta. Así que no soy yo. Esta ciudad esta maldita.

J, gran amiga, es también una mujer preciosa. De 50 proporcionados kilos, larga melena ondulada, ojos verdes y muchas pecas, es también una periodista de éxito.

Al revés que el 99% de mi entorno femenino, ella quiere sexo sin compromiso y risas sin final. Para ello utiliza toda su gracia, que es mucha, con resultados de lo más extraños. Recuerdo un día que estábamos en una discoteca donde sólo ponen rock’n’roll y es famosa por ser el sitio dónde acaban los borrachos que no quieren dormir solos (como nosotras), que se estaba dándose besos con uno. Hasta ahí, nada nuevo. Cerraron y en la puerta al despedirnos el grupo que habíamos ido daba su lugar en el taxi como perdido, pero no. Al final J subió conmigo, y me contó que el chico la había mandado a casa porque él el primer día que conoce a alguien por norma no mantiene relaciones sexuales. Pensé qué que suerte la suya, una persona con ritmo tranquilo e interesante, pero no volvieron a verse. Bueno, quizá no le gustase lo suficiente. Archivamos el caso.

Tiempo más tarde conoció a otro que me presentó. El chico estaba entusiasmado. Salieron un par de veces y ambas la acompañó hasta la puerta de casa despidiéndose recatadamente. Bueno, otro de tempo lento. Bonito.

Por fin un día subió a su casa, pero a la hora de irse a la cama él le sugirió pasar la noche durmiendo abrazados. Qué romántico pensaba yo de nuevo mientras ella me lo explicaba subiéndose por las paredes. Tres intentonas más sin resultados sexuales ya empecé a sospechar. Esto no es normal. Aquí pasa algo raro.

Amigas enganchadas a una posible respuesta. Mujeres desesperadas por migas de afecto. Catalanes extraterrestres. Curvas sin acariciar. Períodos de abstinencia absurdos.

Y encima, que pase noviembre! Con su frío, sus lluvias y su gris monotema.

A ver, chicas, ya tenemos mucho aprendido: el solomillo, la teoría del cazador y la ley de la oferta y la demanda. Yo me niego a picar más piedra. Me largo de aquí.

Señor inglés que insistes en verme: there i’ll go.

Viaje repentino a Alemania: en calendario.

Extraño trabajo en Madrid para invierno: sí a todo.

Lo reconozco: me marcho en busca de acción.

sábado, 2 de octubre de 2010

La desesperación se ve en la mirada y se huele en la distancia

Me resulta desconcertante que la misma persona que cree a pies juntillas y que escribió ¿llamo o no llamo? o La Carnicería, sucumba a la primera de cambio en tres infracciones seguidas: llamar, volver a llamar e insistir. Muy fuerte. Es como si a un profesor de matemáticas se le olvidasen las tablas de multiplicar.

Como excusa, sólo llego a las hormonas. Si hubiese un doctor en la sala, especialista en psicología a ser posible, seguro que nos lo podría explicar con mejores razonamientos, mientras llega, ahí voy.

Dentro del amplísimo abanico de personalidades que existen, me voy a centrar en tres que valen para ambos géneros, aunque sólo voy a tratar el femenino: las que tienen la autoestima alta, las que no y las que gozan de un autocontrol de karateka de élite.

Las mujeres que tienen una autoestima alta actúan como una onda. Tú vas y tiras la piedrecita, y según qué tires y cómo, responden. No hay piedrecita, tabula rasa en el agua. Rubia Preciosa es así. Yo a veces, también soy así. Que te seduzcan es muy sexy. El interés en ti de un hombre puede despertar el tuyo y si quiere, incrementarlo.

Este primer grupo, sólo piensa en sexo y amor con piedrecitas interesantes.

Las mujeres con una autoestima menos alta son ondas y en vez de piedrecitas, ladrillos. Esto es porque también desean sexo y amor pero no piensan. La falta de autoestima bloquea las hormonas y hace que actúen de un modo impulsivo sin tener en cuenta el ritmo interno de los acontecimientos. Empiezan la partida de ajedrez, y al tercer movimiento, les hacen jaque mate.

Este grupo me fascina por la pasión y la entrega, aunque desgraciadamente, al posicionarse como marionetas, muchas veces, fracasen.

El tercer grupo quiere lo mismo que los otros dos: sexo y amor con piedrecitas interesantes. Este grupo es el que más mola, porque sienten como el dos pero controlan como el uno. Aquí el amor propio y el orgullo hacen de defensas infranqueables, y con la práctica, llegan a ser el uno.

Aunque estaría bien no teorizar frívolamente con estos temas.

También estaría bien que querer formar una familia con alguien especial no estuviese tan mal visto.