viernes, 9 de diciembre de 2011

De bolsas, peluqueros, números y el puto síndrome pre-menstural.


He cambiado de peluquero. Ahora me pongo en las manos de Juan, que está especializado en pelo rizado. Juan es de aspecto curioso: pequeño y calvo por el centro de la cabeza y peinado con el pelo de un lado dejado crecer hacia el otro lado cubriéndosela. Se parece al típico chivato de rey malo de la Edad Media. O más exactamente, al Sr. Burns de los Simpson. Además de tener un don como estilista, el tipo es franco, humilde, majo y paciente. Me mola ir allí porque entienden de verdad la difícil relación que hay entre una mujer y sus ondas encrespadas.


El caso es que Juan está empeñado en no cortarme de largo e insiste para que lleve un melenón, pero en mi última visita, mientras él hacía de las suyas, yo miraba una revista del corazón donde salía lo del divorcio de Demi Moore (pobre, esto ya no lo levanta) y Penélope Cruz con un nuevo corte de pelo que según los periodistas “le sacaba 12 años de encima”. Ni más ni menos que doce. Pe posaba con el típico corte de flequillo larguito y melena un poco por encima de los hombros. Muy mona, y sí, la verdad es que la rejuvenecía.


- Juan, en un par de años, como ya seré un pelín mayor, querré que me cortes la melena, para parecer más joven.


- Vale. ¿Cuántos harás? ¿40?


Levanto la vista y flipo cuando veo su cara de total normalidad. Dios, lo pregunta convencido.


- Hombre, ¡cómo te pasas! ¿Me ves cara de 40?


- Bueno, quizás 40 no pero 30 tampoco tienes, ¿eh bonita?


Booooooom.


Crash.


Flasca!


Sinceridad sin alcohol mediante. Peor: la verdad a las 6 de la tarde.


Me miro al enorme espejo que tengo delante y veo una señora joven con una ojeras enormes. Vestida un pelín desarreglada. Y cara de susto, claro. Madre mía, pienso. Todos aquí lo saben: no tengo cara de 30.


Juan termina. Silencio total. Me levanto y voy al mostrador a pagar. No sé porqué pero pienso que quizás me harán una rebaja, por el digusto y eso. Pero no: “son 50 euritos” me dice la chica sonriente, con arrugas por toda la cara, vestida moderna y con pinta de excamarera ya madurita. Seguro que piensa que podemos ser amigas porque tenemos una edad parecida. Pago la cuenta y salgo de allí.


Ceno doble y me voy a dormir.


Por la mañana me miro en el espejo del baño. Tengo puntos negros, rojeces en la piel, arruguitas en los ojos y alguna marca en la frente, pero lo peor, con mucho, y es dónde se nota la edad en una mujer, son las bolsas y las ojeras. Es como si todo el malestar vital que puediese tener una persona se hubiese instalado en mi cara. Y como si no hubiera dormido en un mes.

Tengo unas bolsas enormes, negras e infladas fruto de la lotería genética y el sobrepeso, pero me digo a mí misma que estamos en el siglo XXI y que en el Corte Inglés es posible que me ayuden. Me visto y me voy directa.


Después de 1hora de investigación, aprendo que no soy la única con ese problemón y que debería estar usando unas cremas “preventivas” hace más de 4 años. También me enseñan que combinar en un mismo producto el tema de activar la circulación para relajar el ojo (y reducir así las bolsas) y combatir las arruguitas, no baja de los 180€. Deshecho pues el tarrito de crema Soluciones del Futuro SX y los parches Benéfiance con forma de pepino y puro retinol de Sisheido. Me cuesta aún más separarme de la perfección química hecha tratamiento de Sisley y cuando acepto que no van a rebajar el precio en enero de las cremas, me voy al stand de una conocida marca que no es de supermercado pero tampoco de yates.


- ¿En qué puedo ayudarte? Me pregunta la amable dependienta, señorita, vendedora, azafata o cómo narices se llamen en el Corte Inglés las mujeres que trabajan en esa sección.


Le suelto la verdad, a ver si se apiada.


- Hoy me he levantado y me he dado cuenta de repente de que tengo 34 años. Y que además se me notan en la cara. Llevo un susto en el cuerpo que no te imaginas.


Sonríe, me mira dulcemente, y por un momento creo que me va a abrazar.


- No sé qué ha pasado. Hace nada tenía 27 y ya no. Y me han salido estas terribles ojeras.


Me vende unas cremas de una línea con nombre científico y “activadoras de la juventud”. Me regala también un sérum que se ve que es la bomba y tiene un premio, algo así como el Oscar al anti-arrugas del año.


Salgo del Corte Inglés convencida en que voy a ser la mujer más aplicada sobre la faz de la tierra. Me pondré mis sérums cada 2 horas y recuperaré el tiempo perdido. Antes de que acabe el año, será imposible saber si tengo 31 o 31 y medio.


Al llegar a casa miro en internet remedios más plebeyos y naturales, por eso de complementar el tratamiento químico. Pone que aplicarse bolsitas de té frías o crema para las hemorroides son mano de santo. Tomo nota y de momento dejo todo el arsenal en el frigorífico.


Plinck-plinck.


Mensajito en el chat de facebook.


Uhm. Es mi nuevo amigo virtual de 23 años aspirante a escritor, algo deprimido porque está sin musa. Muy tierno él.


- Eh, chica, que me tienes abandonaíco. ¿Qué tal estás?


Ahora, mejor pequeño. Mi mente nos traslada a debajo de un edredón. Su cuerpo está tenso y sus besos son lentos y dulces. Me coge de la cintura y me acerca hacia él. Me gusta.


- Ya estoy de vuelta. ¿Qué haces el viernes? Quiero llevarte a cenar y a beber vino tinto. Tengo muchas cosas que contarte.


¿El viernes? Nada interesante. Igual que hoy, que ayer y que mañana.


- Bienvenido. Me encantará ir a cenar contigo y que me expliques cómo es el mundo ahí fuera.


Visualizo la piel de mis piernas, ahora tienen algún que otro agujero, las caderas son algo más redondas y siento a partes iguales un miedo y un deseo exarcebado. ¿Es posible querer a alguien 11 años mayor aunque por dentro tenga 27? ¿Es visible para los hombres que soy una treintañera desesperada? ¿Enrollarse conmigo es como probar un plato caro y raro, algo que sólo se hace una o dos veces en la vida?



Son las 7h de la mañana de un nuevo día y de mi nueva vida con sérum rejuvenecedor.


En vez de con hambre me levanto de la cama con la imperiosa necesidad de escuchar I got you babe.

A las 11h he escuchado 34 veces I got you, he leído el wikipedia de Cher, de Sonny y de Cher & Sonny y he escrito a Youtube para que pongan un botón de loop en sus visores. Luego he desayunado cangrejo picante a la plancha, un café con leche, un salmón ahumado y tengo en el horno unas alitas de pollo.


Tengo ganas de llorar y de que me abracen, pero no puedo llamar a nadie porque he pasado de todo el mundo 1 año entero. Me enrosco en la cama y veo non-stop 6 horas de series malas sólo interrumpidas para poner otra vez la canción. Juro en silencio que volveré a correr y no me esconderé en el sobrepeso. Justo caigo en que tengo las rodillas fatal y que me duelen un montón las lumbares.


Las 14.45h. Paso mi horizontalidad al sofá, que siempre da como más sensación de hogar y como que no haces tanto el vago. Está claro a estas alturas que por la ducha no voy a pasar pero quizás ir hasta el chino de enfrente sería bueno. Estirar las piernas. Notar el aire fresquito en la cara.


Bajo al chino. Sigo con un nudo en la garganta.


Ceno Crunch y Kinder Bueno a partes iguales. Mañana, seguro, dejaré de ser una looser; hoy soy víctima de las hormonas. Según el calendario del iphone faltan 3 días para la regla y este sinvivir parece un castigo de la naturaleza, diseñado para hacerte sentir culpable y mísera por no haber cumplido tu misión en la vida: reproducirte. Cada año que pasa es peor y más doloroso, y joder, está funcionando, hoy tengo ganas de quedarme embarazada de trillizos con tal de no sentir nunca más este vacío existencial.


34.


t-r-e-i-n-t-a-y-c-u-a-t-r-o.


Joder, no quiero imaginarme la regla a los 38. Me da que debe haber una tasa alta de suicidios en esa edad en mujeres solteras.


También tengo la teoría de que a las mujeres que no han sido madres, no están de novias y tampoco con la intención de ser madres tienen muchos más puntos de sufrir un cáncer mortal de pecho.


La gente de veintitantos se queja cuando cumplen años y pone cara de preocupación. “Ay Dios mío, me acerco a los 30”. Pero simplemente repiten lo que oyen, no tienen ni idea de por qué es tan fatídico acercarse a ese número. Nadie les ha contado que su degradación física está a punto de empezar y que el final de la misma se encuentra bajo el suelo. Sus años más bellos han pasado. El momento de posicionarse laboralmente, también. A ellas, su función en la tierra tiene los días contados y encima, su mejor momento, el cénit de su poder de atracción ya ha pasado. De repente, te levantas un día y tienes 34, una ojeras enormes, 6 kilos de más, un sueldo mediocre y la sensación de tener que poner una sonrisa forzada porque lo peor está aún por llegar.



Epílogo

Con mi juvenil amigo fuimos a tomar birras a un bar , hice de hermana mayor, de madre, de coach vital y a la cuarta cerveza, me fui a mi casa.



Canción para no salir nunca más de la cama:

I got you babe.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pasa algo con este post. Es maravilloso en cuanto a comunicar como te sientes y hacernos sentir por un momento ahí. Como escritora, ole. Tu tristeza se nos hace universal. Pero me da por culo verte en este dibujo que te haces. Ahí dándote penita. Te creo, te sientes así, buena retórica, pero... no sirve. Ámate más y ama más por dios, que parece mentira. Mueve el culo. Y no le pongas la culpa a que tienes 34 años.
Es reduccionista. no es listo. no es sano.

Un abrazo lleno de amooor bonitaaa

Anónimo dijo...

Molen els teus posts, Esther!!

Gràcies per descobrir-me aquest racó... però crec que si, que haurem de fer rises i birres amb G. Aquí hi ha molta tela!! I t'ho dic jo que ja no en tinc 34, però quan li pilles el truco al rollo "madurita" MOLA MOLT!!
En parlem... besos

R