Me gustan los aparatos fáciles. Como mi vibrador. Es sencillo, de tacto suave, mucha potencia, dos botones. Lo malo es que va con pilas, y claro, eso lleva a que pasen cosas como las que me contaba X el otro día.
Para el amigo invisible de este año con su familia, le regalaron un vibrador. Uno de los buenos, de silicona. Ella volvió a Barcelona después de 4 días de festividades, abrió la maleta y se lo reencontró. Bieeen, piensa. Es justo lo que necesitaba ahora.
Pone música, baja la luz y escucha como su compañero de piso Z sale de casa. Perfecto.
Le da al único botón que tiene, pero no pasa nada. Investiga el aparato y descubre que va con pilas y que no vienen incluidas. Mierda. Revuelve todo el piso consciente de que no recuerda haber comprado pilas en los últimos dos años. Mierda de nuevo. Piensa. Piensa más. Mira alrededor. ¡Bingo! La tele, ¡¡El mando!! Abre, hay suficientes, son del mismo tamañao. Ahora sí.
Media hora más tarde, y justo después de estrenar su juguete nuevo, vuelve el compañero de piso Z. X sale de la habitación y se lo encuentra en el comedor. Z coge el mando para encender el televisor. Evidentemente, no se enciende.
- Qué raro, no funciona. Z
- Uy sí, qué extraño, esta mañana si que iba… X
Z, que es un hombre, hace gala de su mentalidad lógica e inspecciona el aparato. Abre la tapa. X me cuenta que se queda petrificada entre su habitación y el comedor sin poder moverse. Se miran. Nadie dice nada. X decide hacer un paso hacia la cocina sin darle mayor importancia.
- ¿Crees que sabrá porqué no habían pilas? Me pregunta.
- Yo creo que no, que no se lo imagina. Es como cuando voy al chino a comprar pilas pequeñas.
X se ríe, y luego pienso en las veces que he compartido piso, o incluso cuando vivía con mis padres, y si alguien se preguntaba porque no salía de la ducha en tres cuartos de hora.
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