Malditos hijos de puta del Ayuntamiento. Porque tienen el poder de condicionar mi vida. Malditos todos.
Ha llegado el verano, y con él las obras de 08h a 18h. Ha llegado el calor también y se hace difícil estar con la ventana cerrada.
La escuela de enfrente ataca los viernes al mediodía con un festival hortera infantil con un reperterio peor que en eurovisión. Lo peor es el tipo con el micro que se supone, anima la tarde. En el primavera sound el sonido estaba por debajo de lo que provoca ese despropósito aniquilador de criterio para chiquillos.
Los mossos me dicen que seguramente tienen permiso. ¿Para hacerlo cada viernes? Insisto yo. Me recomiendan que pregunte el lunes en el ayuntamiento la legislación sobre ruido y que si quiero poner una denuncia vaya a la polícia local. Los maldigo y me prometo que el lunes estaré pidiendo explicaciones en el ayuntamiento a primera hora, aunque en el fondo de mi queja sé que tendré mejores cosas que hacer que ir a perder el tiempo con la administración barcelonesa.
Me voy a dormir el viernes pronto porque estoy cansada del ritmo frenético de la semana.
Una bocina como las que se usan en los partidos del Barça me saca de mi sopor. Por un momento dudo si estoy soñando. No. Los sábados ahora hay partidos de fútbol a partir de las 08h de la mañana.
Abro la persiana y los miro. Ya son mayorcitos para jugar partiditos a esas horas. Son idiotas o ¿qué les pasa? No son horas de estar dando por culo a esa edad. Sigo mirándolos fijamente. Si fuese un superhéroe maligno los habría carbonizado a todos al instante. Maldigo de nuevo por no tener poderes asesinos.
Por fin son las 16h de la tarde. Todo se ha calmado. Yo he perdido la mañana, tengo muchísimo sueño y me juro y me perjuro que me iré a vivir a la montaña, porque mañana domingo, hay basquet.
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