miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?

“Sé que nunca seré feliz, pero puedo ser muy alegre.”

“Eso es porque cualquier hombre se siente feliz al mirarte.”

Este es parte del diálogo que Arthur Miller escribió para su mujer, Marilyn Monroe, en la película Vidas rebeldes.

El pasado domingo (o hace ya más domingos, he perdido la noción del tiempo) le dedicaban un extenso artículo a la actriz con motivo de la próxima publicación de sus poemas, inéditos, que rebelan una personalidad melancólica, triste y depresiva. En ellos se lamenta de lo sola que se encuentra, se muestra muy insegura y no se ve nada bonita.

En el texto hablan de su constante búsqueda interior, de sus cambios de humor, sus crisis de ansiedad, de un insomnio galopante y de una adicción al alcohol. Les extraña que alguien tan bello y con tanto talento se quitase la vida a los 36 años. A mí no. Sé muy bien de lo que habla Marilyn.

Su mentor, Lee Strasberg escribió a su muerte: “Otras personas poseían mayor belleza física, pero ella poseía una cualidad luminosa: una combinación de tristeza, resplandor y ansia”.

También me estremezco, hoy de hecho he llorado un rato, al leer a Virgina Woolf. La escritora era una tipa dura, con autocontrol, con éxito, con talento, de conducta muy liberal y con un matrimonio perfecto, y aún así se sentía sola, triste y desesperada. Tardó un poco más, pero también se levantó un día y dijo basta.

Las etapas desquiciadas de Virgina Woolf también me suenan. Yo creo que he estado ahí, y por nada del mundo quiero volver al agujero negro. Sé que los episodios son recurrentes, pero aparto rápido ese pensamiento. Sólo me pregunto de dónde sale esa angustia y cruzo los dedos para estar remando en la dirección adecuada.

No hay comentarios: