miércoles, 24 de marzo de 2010

El poder del anillo

La ilusión de Sylvia, su motivo para ir al gimnasio cada día, no comer carbohidratos y hacer vida abstemia de lunes a viernes siendo adoradora acérrima de la cebada, es poder lucir un día un bonito y caro solitario. De estilo clásico. Con un diamante y a poder ser de Tiffany's.

Ella es mi amiga, y la quiero, por eso veo esa búsqueda como un sentido legítimo de la vida, casi como una excentricidad que me hace mucha gracia. Yo le preguntaba siempre qué porqué no se lo compraba ella (gana mucho dinero) y ella me contestaba: no es lo mismo. Me quedé confusa ante esa respuesta. Un anillo es un anillo. Y una boda, una horterada.

Las joyas no son una excepción a mi peculiar gusto, me gustan carísimas y preciosas. No las llevo por varios motivos: el ir en moto, y llevar casco y guantes, ya imposibilita llevar pendientes y anillos. Y el precio, es el otro motivo.

Lo que no me atrae nada es la idea del matrimonio. Me parece una horrenda y circense puesta en escena, amén de las conotaciones que tiene de "para siempre", muy anti-libído "tot plegat".

Así que no tenía nada en mente al respecto hasta que un amigo se dejó su anillo en el lavabo de mi casa. Era un anillo masculino, plano, de plata, gastado, sin ningún ornamento, nada del otro mundo. Él lo llevaba desde hacía años, así que me pidió que lo llevase puesto para que cuando nos encontráramos se lo diese, pues le echaba mucho de menos.

Yo me lo puse y acto seguido, sentí el poder. Tolkien sabe muy bien de qué hablo. ¿Qué coño es eso? ¿porqué no quiero quitármelo y me siento tan bien con un trozo de metal? Incluso le di largas a mi amigo un par de semanas para llevarlo más tiempo.

Me sentía genial.

Elegida.

La mejor.

Especial.

Como si esa esfera contuviera el alma de otra persona. El poder total. La sumisión del otro. La batalla ganada. Reina. y súbdito.

Me costó mucho devolvérselo. Al final lo hice. Lo eché de menos bastante tiempo.

Ahora ya no me parece ninguna excentricidad lo de mi amiga Sylvia. Entiendo perfectamente lo del solitario y veo que no se refería a boda en ningún momento. Ahora sé el poder que tiene un anillo.



Hay cosas misteriosas y antiguas que tienen mucha fuerza. Y eso es así. Y punto.


Para interesados, el anillo de mi vida reside actualmente en una joyería de Kochi, Sur de la India. Es de forma romboide, estilo oriental-extraño, es grande. Todo rubíes con diamantes centrales. Vale sobre unos 7.000€, una ganga. Además es un anillo con el que no se necesita vestir nada más.

2 comentarios:

Jo Grass dijo...

Totalmente de acuerdo en todo: el poder del anillo no tiene parangón. Hasta puedo imaginar el que describes de la joyería de Kochi, y está claro que con semejante adorno una no necesita vestir nada más.

El que yo quiero se encuentra en Sao Paulo y es una preciosa fruslería que no pasa de 6.500, vamos, más ganga que el tuyo, incluso!

besos

Unknown dijo...

El poder del anillo va mucho más allá del deseo.

Considero que peor que quererlo, en mayor o menor medida, es el vacío que te queda una vez que dejas de llevarlo de forma definitiva.

Es la sensación del "anillo fantasma". Meses después, cuando ya ni piensas en quien te lo regaló (o te compró con él), todavía tienes la sensación de que lo llevas puesto. Incluso sientes momentos de pánico al ver que no está en tu dedo y crees que lo has perdido.

Me haces pensar en que debería comprarme uno más bonito, más caro y pagado por mi, como un gratificante sustituto…

Un besito.