
miss febrero: culotte blanco de blonda. Clásico y elegante.
diario tardío de la búsqueda de mi lugar en el mundo
Desconozco las causas y desde luego, no he pasado nunca por una situación que lo justificara, pero desde hace años, tengo episodios de depresión.
Cuando estás clínicamente deprimido, estás hundido en un agujero sin fondo y oscuro. Nada ni nadie puede sacarte de ahí excepto tú mismo, o las drogas químicas de nueva generación.
Hay un momento que se repite en cada episodio y que a mí, me sirve de alarma. Es cuando empiezo a sopesar la mejor manera de matarme porque mi existencia no sólo ha dejado de tener sentido, sino que se convierte en algo molesto, muy molesto.
Tengo una mente analítica y retorcida. Y un temperamento impulsivo. Así que no es como para tomarlo a broma. Ahora, escribo estas líneas segura de que quiero vivir mañana, y pasado mañana, pero no siempre fue así.
Han sido dos cosas las que me han hecho salir del agujero: conocerme a mí misma a través del psicoanálisis, y una entrevista que leí hace mucho tiempo en La Contra.
Entrevistaban a un psiquiatra austíaco, judío, que había sobrevivido a los campos de concentración y que en la actualidad tenía la consulta en un rascacielos en la ciudad de Nueva York. Explicaba que cuando venía un paciente deprimido y le contaba que quería acabar con su suplicio, el doctor abría la ventana que daba a la calle y le animaba a que saltase. El paciente no daba crédito y contestaba que no, que no saltaba ahora. Y él preguntaba ¿por qué? ¿por qué no salta? ¿qué le impide acabar ahora mismo con todo? El paciente deprimido le contestaba tal o cual cosa. O que no lo sabía, y el psiquiatra lo increpaba a irse a casa, pensar y que cuando tuviese la respuesta, se asegurara bien de enfocar la vida hacia ese objetivo, pues esa era la razón de su existencia.
Yo me estiré en la cama, cerré los ojos y me contesté sinceramente esa pregunta. Me la he vuelto a hacer más veces, y la respuesta es siempre la misma. Me gusta el sentido de mi vida. Me imagino en mi lecho de muerte, en paz porque he seguido mi directriz.
Hace poco cayó en mis manos un escrito donde se nombraba a ese psiquiatra judío. No me sorpendió nada conocer que es el creador de la Logoterapia, una técnica que se basa en dar una voluntad a los actos desde un plano antropológico, psicológico y filósofico, y que basa algunos de sus libros en lo fundamental de saber el sentido de la vida. Por último, leí El hombre en busca de sentido, un libro que escribió justo al salir de los campos de concentración en primera persona explicando con terminología psiquiátrica como es posible sobrevivir en esas condiciones.
Para Julia. Gran maestra del amor.
De nuevo la misma conversación: Que no, que las mujeres no follamos cuando queremos Henry. No va así. No vemos un brazo musculado de hombre y nos ponemos a hormonar. Es un conjunto de cosas.
¿Cosas? ¿Qué cosas? Si duermes sola desde hace dos meses, es porque quieres.
¿Qué dices? No es fácil conocer a alguien que te despierte deseo sexual porque también tienes que conocerlo un poco.
Tonterías. Lo que pasa es que no te gusta follar.
¿Qué? Estás loco. ¿Como no va a gustarme follar? Lo que pasa es que no me gusta el sexo como spinning. Quiero alguien con quién reírme, tener sexo y sentir.
Ah, un novio. Para toda la vida y sólo estar con él. Muy bien, buena suerte.
No, un novio tampoco. Una historia guay. Emoción, intriga, cogerse de la mano, sexo por la mañana, perversiones por la noche, besos por la calle, ya sabes.
Eso es pitufar, no follar.
Silencio.
Vale, pues sí, a mi lo que me gusta es pitufar. Por eso las mujeres no follamos siempre que queremos.
En algún lugar de Estados Unidos, en los años setenta, se llevaron a cabo unos experimentos liderados por científicos exhippies, y muy progres.
Los científicos descubrieron que sin los efectos de las drogas y el alcohol, las chicas del amor libre se volvían estrechas y lo que es peor, posesivas. Algunas incluso desarollaban un peligroso afán procreador. Muy asustados, se aislaron en el laboratorio secreto de uno de ellos para trabajar sobre tan magno problema.
Pasaron noches sin dormir excitados por la grandiosidad de su misión.
Teorizaban y diseñaban planes de día. De noche invitaban a colegas para discutir las posibles soluciones.
Tras meses de agotador trabajo y gracias al empeño de la comunidad masculina científica de todo el mundo, se elaboró
Muestras secretas fueron llevadas por cada científico a su país de origen y distribuido tan ampliamente como les fue posible.
El resultado, 30 años después, es admirado por biólogos ya ancianos de todas partes con lágrimas en los ojos; lágrimas de admiración y de impotencia, por no poder disfrutar el mayor logro jamás creado por el hombre: la mujer transgénica. Cuerpo de mujer, incoherencias femeninas, carácter meloso y misterioso, desmesurado apetito sexual, y cero apego o afán reproductor con ninguno de sus amantes.
Este concepto, acuñado por mi misma hace un par de años, es fruto de la observación y de
El axioma es el siguiente:
Toda mujer del planeta tierra, sea cual sea su condición, cuando se enamora, entra en fase de POSESIÓN HORMONAL y quiere por tanto, una relación. Esto se traduce en sentimientos posesivos, celos y ganas de procrear si no ha tenido hijos.
Y punto.
Casos conocidos de mujeres muy liberadas o autodenominadas “poliamorosas” han sido desmentidos.
Casos expuestos de mujeres no celosas o “ella es muy guay” o, “ella es muy independiente, no busca nada serio”, han sido refutados.
Yo soy una mujer muy independiente y extremadamente guay, e incluso yo, bajo el influjo de un enamoramiento he pasado etapas de POSESIÓN HORMONAL donde no me he reconocido.
El gran paso está en no mostrar este estado biológico, porque nos convierte en débiles.
Para los hombres: no existe una mujer que separe sexo de amor después de 15 polvos increíbles. En breve entrará en modo POSESIÓN HORMONAL y querrá una relación comprometida (y exclusiva).