sábado, 27 de febrero de 2010

Amor

Desconozco las causas y desde luego, no he pasado nunca por una situación que lo justificara, pero desde hace años, tengo episodios de depresión.


Cuando estás clínicamente deprimido, estás hundido en un agujero sin fondo y oscuro. Nada ni nadie puede sacarte de ahí excepto tú mismo, o las drogas químicas de nueva generación.


Hay un momento que se repite en cada episodio y que a mí, me sirve de alarma. Es cuando empiezo a sopesar la mejor manera de matarme porque mi existencia no sólo ha dejado de tener sentido, sino que se convierte en algo molesto, muy molesto.


Tengo una mente analítica y retorcida. Y un temperamento impulsivo. Así que no es como para tomarlo a broma. Ahora, escribo estas líneas segura de que quiero vivir mañana, y pasado mañana, pero no siempre fue así.


Han sido dos cosas las que me han hecho salir del agujero: conocerme a mí misma a través del psicoanálisis, y una entrevista que leí hace mucho tiempo en La Contra.


Entrevistaban a un psiquiatra austíaco, judío, que había sobrevivido a los campos de concentración y que en la actualidad tenía la consulta en un rascacielos en la ciudad de Nueva York. Explicaba que cuando venía un paciente deprimido y le contaba que quería acabar con su suplicio, el doctor abría la ventana que daba a la calle y le animaba a que saltase. El paciente no daba crédito y contestaba que no, que no saltaba ahora. Y él preguntaba ¿por qué? ¿por qué no salta? ¿qué le impide acabar ahora mismo con todo? El paciente deprimido le contestaba tal o cual cosa. O que no lo sabía, y el psiquiatra lo increpaba a irse a casa, pensar y que cuando tuviese la respuesta, se asegurara bien de enfocar la vida hacia ese objetivo, pues esa era la razón de su existencia.


Yo me estiré en la cama, cerré los ojos y me contesté sinceramente esa pregunta. Me la he vuelto a hacer más veces, y la respuesta es siempre la misma. Me gusta el sentido de mi vida. Me imagino en mi lecho de muerte, en paz porque he seguido mi directriz.


Hace poco cayó en mis manos un escrito donde se nombraba a ese psiquiatra judío. No me sorpendió nada conocer que es el creador de la Logoterapia, una técnica que se basa en dar una voluntad a los actos desde un plano antropológico, psicológico y filósofico, y que basa algunos de sus libros en lo fundamental de saber el sentido de la vida. Por último, leí El hombre en busca de sentido, un libro que escribió justo al salir de los campos de concentración en primera persona explicando con terminología psiquiátrica como es posible sobrevivir en esas condiciones.



Viktor Frankl


Logoterapia



Para Julia. Gran maestra del amor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

I LOVE YOU queen of the queens